Se va Finito de Córdoba. Hace varios días saltaba la noticia en los medios aunque ya era un rumor a voces. Simón Casas (el creativo y siempre controvertido empresario galo) será el gestor de la despedida del gran artista cordobés durante la temporada que viene.
Se va el Fino. Se va el torero de mi juventud y con él se va parte de ella. Para mí Juan ya estaba fuera del lío. Sólo cinco corridas en la presente campaña. La cosa no está boyante y demasiado ha exprimido su carrera. Le faltó un mayor esfuerzo en sus últimos años. Con cuatro o cinco faenas de las buenas suyas el Fino habría estado aquí sabe Dios los años… Pero últimamente ni eso…
Atrás quedó el concepto irrepetible, la calidad desbordante, el empaque, el toreo sin más, ese que le fluye por las venas de manera tan natural, como a muy pocos.
Atrás quedaron faenas que ya son historia. Un sinfín de indultos en plazas importantes, Córdoba, Tarragona, Huelva, Barcelona, etc… Obras imborrables que supusieron puntos y aparte en el grueso de las temporadas.
Dos etapas doradas hubo en su carrera de matador (lo que hizo de novillero sería para escribir un libro). La primera desde la alternativa en el 91 hasta el 97 cuando dejó de verlo claro y decidió cortar para tomarse un respiro. Los primeros años fueron difíciles, como los de cualquier matador, pero poco a poco se fue abriendo paso en los mejores carteles de las principales ferias. Siempre Córdoba como base de sus grandes faenas. En el 93 vino el zambombazo de Las Ventas, cuajando un toro de Mari Camacho bajo un diluvio que después pinchó. Quizá esa fue la tarde más importante de su vida. Aquello le hizo coger un par de sustituciones más que no desaprovechó para salir a hombros del ruedo madrileño el 6 de junio desorejando a un ejemplar de Aldeanueva. Al año siguiente vendría el indulto a “Tabernero” en la feria de Córdoba, quizá el acontecimiento más importante en la historia del coso de Los Califas. Continuaron los triunfos y se instauró en la primera fila.
Luego vino el parón del 97 para reaparecer en el 98 y volver a empezar de cero. El toreo es así. Tras dos años de plazas de pueblos y carteles secundarios, llegó la otra tarde clave de su carrera. Finito estaba anunciado en un solo festejo en la primera Feria de Abril sevillana del nuevo siglo con una corrida del Niño de la Capea. Ésta era la última oportunidad de subirse de nuevo al carro. En su primero no pasó nada. Salió el sexto y se partió el pitón. Fue devuelto y lo sustituyó un sobrero de Carmen Lorenzo con el que el Fino sencillamente bordó el toreo. No cortó orejas porque falló con el estoque, pero toda España lo vio por la televisión. Resucitaba el toreo eterno.
Luego vino el parón del 97 para reaparecer en el 98 y volver a empezar de cero. El toreo es así. Tras dos años de plazas de pueblos y carteles secundarios, llegó la otra tarde clave de su carrera. Finito estaba anunciado en un solo festejo en la primera Feria de Abril sevillana del nuevo siglo con una corrida del Niño de la Capea. Ésta era la última oportunidad de subirse de nuevo al carro. En su primero no pasó nada. Salió el sexto y se partió el pitón. Fue devuelto y lo sustituyó un sobrero de Carmen Lorenzo con el que el Fino sencillamente bordó el toreo. No cortó orejas porque falló con el estoque, pero toda España lo vio por la televisión. Resucitaba el toreo eterno.
Aquello le sirvió para coger una sustitución dos días más tarde y convertirse definitivamente en un torero de ferias. Como escribió Álvaro Rodríguez en el Correo de Andalucía, “el Olimpo de las figuras ha de hacer un hueco a quien ha sabido subirse de nuevo al tren de su vida…” . Aquel día Juan Serrano alternaba otra vez con los dos Curros, Romero y Vázquez, curiosamente el mismo cartel que el día de la Puerta Grande venteña. Después de hacer crujir los tendidos del coso maestrante al torear con el capote, cortó dos apéndices del tercer “juampedro" y hubiera hecho lo propio del que cerró plaza y, por consiguiente, salido por la Puerta del Príncipe si no falla con los aceros. No importó. Daba comienzo la segunda época dorada.
Los últimos cuatro o cinco años no fueron los deseados y esta despedida debió ocurrir antes. La última vez que lo vi a buen nivel fue en Montoro en octubre de 2009 donde toreó más despacio que lo había hecho nunca.
Torero denostado por muchos y elevado a los altares por otros, lo que no se podrá discutir es que con la marcha del cordobés se va un diestro de una calidad irrepetible. Nadie pondrá en duda la majestuosidad de su toreo a la verónica , el embrujo de sus medias, esos naturales interminables y los trincherazos portentosos. Y su apatía, cómo no… Esa que le impidió convertirse en un torero de época…
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