Yo no voy a contar aquí lo que ocurrió ayer en la Maestranza toro a toro. Para eso ya hay crónicas que reflejan bastante bien la gran tarde de toros de la que disfrutamos.
Yo hablaré de sensaciones, de impresiones y de sentimientos, que para mi es en lo que consiste el toreo.
Corrí escaleras abajo cuando dobló el último toro de la tarde para contemplar la espectacular salida a hombros por la Puerta del Príncipe de José María Manzanares. Es tremendo el idilio que vive el alicantino con Sevilla que lo ha adoptado ya como el más sevillano de los toreros. Cuando ya se acercaba a la furgoneta, la multitud impidió que entrara y se lo llevaron en volandas por el Paseo de Colón hasta la misma puerta del hotel Lebreros. No lo dudé y salí tras el torero arropado por una muchedumbre juvenil y variopinta recorriendo las calles de Sevilla a los gritos de ¡¡torero,torero!! Realmente emocionante… Recordé, cómo no, mis años mozos y aquellos trayectos desde la plaza de Los Califas hasta el antiguo hotel Meliá de mi Córdoba querida acompañando a Juan Serrano en sus triunfos apoteósicos de novillero o más tarde, ya de matador, cuando indultó a “Tabernero” una inolvidable tarde de mayo del 94…
Creía que todo se acababa en Nimes. Tras la apoteosis tomasista y el reventón de la temporada que la mañana nimeña supuso, no iba excesivamente entusiasmado a presenciar el mano a mano de dos figurones. Parecía como si ya nada trascendente pudiera pasar esta temporada.Aunque ir a Sevilla a los toros sea siempre un regalo y un lujo.
No tenía esperanzas porque ninguno de los dos toreros estaba haciendo su mejor temporada. Manzanares no era el mismo que el de 2011 y Talavante entre una faena buena y otra regular tampoco andaba lo bien que debería
Y por eso es tan grande el toreo, cuando menos se lo espera uno, zás, tarde histórica al canto. Y lo es porque una salida por la del Príncipe siempre es historia. Manzanares toreó, como se suele decir, igual que el que lo inventó. Aunque el que inventara esto nunca soñaría torear como lo hizo este tío ayer en Sevilla. Y es que aparte del temple, del empaque y de las excelsas formas en la interpretación del alicantino, ayer se vio a un torero valiente como pocos y arreado de manera brutal. Toreando más ceñido que nunca y llevando a los toros muy abajo y muy atrás. Estuvo tremendo con el que abrió plaza, pero mejor aún con el quinto, al que si mata como en él es habitual le hubieran pedido hasta el rabo. Faena medida muy a más llegando al final de la misma a torear a cámara lenta y a convertir los tendidos de la Maestranza en un verdadero manicomio. Pocas veces he visto una plaza de toros tan entregada como ayer. Mejor con la mano izquierda que otras ocasiones, su toreo con la diestra alcanzó unas cotas de calidad al alcance de nadie. Lentitud, temple y pureza fueron la base de una obra maestra que nunca olvidaré.
Talavante, aun voluntarioso y en ocasiones entregado, no estuvo a la altura y pese al cariñoso trato recibido por el público se vio opacado ante el vendaval manzanarista.
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